martes, 26 de mayo de 2015

Viaje a Tenochtitlán 8. El Templo Mayor


¿Sabías que….. El Templo Mayor era considerado como el centro del universo?


Si, para los mexicas, el Templo Mayor ocupaba el centro del universo y por esa razón no podía ser cambiado de lugar. A ello se debe que cada vez que querían agrandarlo, se construía un nuevo edificio sobre el anterior con las mismas características, es decir, dos capillas en la cúspide y escalinata doble en la fachada principal. De esta manera se procedió, al menos en siete ocasiones.




Veamos ahora por qué los adoratorios del Templo Mayor estaban dedicados a Huitzilopochtli y a Tláloc.?
Para empezar, vale la pena mencionar cómo describieron el templo azteca cronistas franciscanos como Sahagún:
La principal torre color rojo dedicada al dios Huitzilopochtli de todas estaba en el medio y era más alta que todas, estaba dividida en lo alto, de manera que parecía ser dos y así tenía dos capillas o altares en lo alto, cubierta cada una con un chapitel, y en la cumbre tenía cada una de ellas sus insignias   distintas. En la una de ellas y más principal estaba la estatua de Huitzilopochtli
 La imagen del dios Tláloc color azúl estaba en la otra torre, de estas estaba una piedra redonda a manera de tajón que llamaban téchatl, donde mataban los que sacrificaban a honor de aquel dios… Estas torres tenían la cara hacia el occidente, y subían por gradas bien estrechas y derechas…
Pero ¿quiénes eran estos dioses? ¿Qué significaban? Para empezar, diremos que Huitzilopochtli quiere decir “Colibrí zurdo, o del sur”. Este dios es descrito de la manera siguiente por Sahagún:
Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra, era quien diariamente, con su carácter de Sol, vencía a las tinieblas de la noche. Es decir que era él quien dirigía a las huestes aztecas en contra de sus enemigos y lograba la victoria sobre otros grupos, quienes se veían obligados a pagar un tributo cada determinado tiempo a Tenochtitlan como productos o  mano de obra,  indispensable para la economía azteca. Los aztecas obtenían cargas de maíz, de frijol y de frutos diversos, y materiales como algodón, mantas, atavíos militares, etcétera, además de productos como pieles de jaguar, caracoles, conchas, plumas de ave, piedras verdes, cal, madera...
La historia de su nacimiento dice que Coatlicue, su madre, barriendo se encontró una pelotilla de plumas que puso en su seno, resultando quedar embarazada. Indignada Coyolxauqui (también hija de Coatlicue y también diosa de la Luna) logró convencer a sus hermanos de que había que matar a su madre, pero dentro de su vientre, Huitzilopochtli le hablaba a su madre para que no temiera porque él, su hijo, la defendería.
Con Coyolxauqui al frente los 400 hermanos avanzaron contra su madre pero en el momento en que llegaron nació el dios completamente armado: con una vara y un dardo color azul, su rostro pintado, una pluma pegada en la cabeza y una culebra hecha de teas con la que hirió a Coatlicue dejándola sin cabeza y con la que, finalmente después, venció a todos sus hermanos.
 Tláloc,  otro  pilar de la economía azteca: la producción agrícola. a él correspondía enviar a tiempo las lluvias y no excederse en ellas, pues podía acarrear la muerte de las plantas, al igual que si enviaba el granizo o las heladas. Por eso era indispensable mantener el equilibrio del dios con rituales apropiados que se celebraban en determinados meses, ya fuera a él o a deidades con él relacionadas, como eran los tlaloques, sus ayudantes; Xilonen, diosa del maíz tierno; Chalchiuhtlicue, su esposa, etcétera.







A Tláloc se le representaba, con sus características anteojeras o aros que rodeaban sus ojos; dos grandes colmillos que salían de su boca y la lengua bífida de serpiente orejeras y el tocado.


 Ellos dos ocuparan el lugar de honor en el Templo Mayor. De esto se derivaba la dualidad fundamental del México prehispánico: la dualidad vida-muerte. La primera, presente en Tláloc, guardaba relación con los mantenimientos, con los frutos que alimentarían al hombre; la segunda, con la guerra y con la muerte, es decir, con todo aquello que llevaba al hombre a cumplir su destino. Sin embargo, mucho más se encerraba detrás de la imagen de estos dioses y del Templo Mayor, expresado a través de mitos y de simbolismos que hacían de este recinto el lugar sagrado por excelencia…
 El recinto sagrado prehispánico era una gran plaza de forma cuadrada, de aproximadamente 350 x 350 metros, cuyo piso estaba formado por losas de piedra y que alojaba en su interior, 78 edificios y lugares dedicados al culto religioso, incluyendo altares, el juego de pelota, el templo semicircular dedicado al dios Ehécatl-Quetzalcóatl, el Calmécac, uno de los edificios llamados Cuauhxicalco y el Templo del Sol, entre otros.







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Este amplio espacio,estaba separado del resto de la ciudad por una gran plataforma con escalinatas hacia ambos lados y de él partían las tres grandes calzadas que a su vez comunicaban la ciudad con la tierra firme: hacia el sur la de Iztapalapa, hacia el poniente la de Tlacopan (Tacuba) y hacia el norte la de Tepeyac. Los únicos que tenían acceso permanente al recinto sagrado eran los sacerdotes, guerreros, gobernantes y estudiantes del Calmécac; la gente común sólo tenía permitida la entrada durante la celebración de las fiestas cívico-religiosas, convirtiendo al recinto en un verdadero centro de convivencia masiva.


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