¿Sabías que….. El Templo Mayor
era considerado como el centro del universo?
Si, para
los mexicas, el Templo Mayor ocupaba el centro del universo y por esa razón no
podía ser cambiado de lugar. A ello se debe que cada vez que querían
agrandarlo, se construía un nuevo edificio sobre el anterior con las mismas
características, es decir, dos capillas en la cúspide y escalinata doble en la
fachada principal. De esta manera se procedió, al menos en siete ocasiones.
Veamos
ahora por qué los adoratorios del Templo Mayor estaban dedicados a
Huitzilopochtli y a Tláloc.?
Para empezar, vale la pena mencionar cómo describieron
el templo azteca cronistas franciscanos como Sahagún:
La principal torre color rojo dedicada al dios Huitzilopochtli de todas estaba en
el medio y era más alta que todas, estaba dividida en lo alto, de manera que parecía ser dos y así tenía dos
capillas o altares en lo alto, cubierta cada una con un chapitel, y en la
cumbre tenía cada una de ellas sus insignias distintas. En la una de
ellas y más principal estaba la estatua de Huitzilopochtli
La imagen del dios Tláloc color azúl estaba en la otra torre, de estas estaba una piedra
redonda a manera de tajón que llamaban téchatl, donde mataban los que
sacrificaban a honor de aquel dios… Estas torres tenían la cara hacia el
occidente, y subían por gradas bien estrechas y derechas…
Pero ¿quiénes eran estos dioses? ¿Qué
significaban? Para empezar, diremos que Huitzilopochtli quiere decir “Colibrí
zurdo, o del sur”. Este dios es descrito de la manera siguiente por Sahagún:
Huitzilopochtli, dios solar y de la
guerra, era quien diariamente, con su carácter de Sol, vencía a las tinieblas
de la noche. Es decir que era él quien dirigía a las huestes aztecas en contra
de sus enemigos y lograba la victoria sobre otros grupos, quienes se veían
obligados a pagar un tributo cada determinado tiempo a Tenochtitlan como productos o mano de obra, indispensable para la economía azteca. Los aztecas obtenían cargas de maíz, de
frijol y de frutos diversos, y materiales como algodón, mantas, atavíos
militares, etcétera, además de productos como pieles de jaguar, caracoles,
conchas, plumas de ave, piedras verdes, cal, madera...
La historia de su nacimiento dice que
Coatlicue, su madre, barriendo se encontró una pelotilla de plumas que puso en
su seno, resultando quedar embarazada. Indignada Coyolxauqui (también hija de
Coatlicue y también diosa de la Luna) logró convencer a sus hermanos de que
había que matar a su madre, pero dentro de su vientre, Huitzilopochtli le
hablaba a su madre para que no temiera porque él, su hijo, la defendería.
Con Coyolxauqui al frente los 400
hermanos avanzaron contra su madre pero en el momento en que llegaron nació el
dios completamente armado: con una vara y un dardo color azul, su rostro
pintado, una pluma pegada en la cabeza y una culebra hecha de teas con la que
hirió a Coatlicue dejándola sin cabeza y con la que, finalmente después, venció
a todos sus hermanos.
Tláloc, otro pilar de la economía azteca: la producción agrícola. a él
correspondía enviar a tiempo las lluvias y no excederse en ellas, pues podía
acarrear la muerte de las plantas, al igual que si enviaba el granizo o las
heladas. Por eso era indispensable mantener el equilibrio del dios con rituales
apropiados que se celebraban en determinados meses, ya fuera a él o a deidades
con él relacionadas, como eran los tlaloques, sus ayudantes; Xilonen, diosa del
maíz tierno; Chalchiuhtlicue, su esposa, etcétera.
A Tláloc se le representaba, con sus características anteojeras o aros que rodeaban sus ojos; dos grandes colmillos que salían de su boca y la lengua bífida de serpiente orejeras y el tocado.
Ellos dos ocuparan el lugar de honor en el Templo Mayor. De esto se derivaba la dualidad fundamental del México prehispánico: la dualidad vida-muerte. La primera, presente en Tláloc, guardaba relación con los mantenimientos, con los frutos que alimentarían al hombre; la segunda, con la guerra y con la muerte, es decir, con todo aquello que llevaba al hombre a cumplir su destino. Sin embargo, mucho más se encerraba detrás de la imagen de estos dioses y del Templo Mayor, expresado a través de mitos y de simbolismos que hacían de este recinto el lugar sagrado por excelencia…
El recinto sagrado prehispánico era una gran plaza de forma cuadrada, de aproximadamente 350 x 350 metros, cuyo piso estaba formado por losas de piedra y que alojaba en su interior, 78 edificios y lugares dedicados al culto religioso, incluyendo altares, el juego de pelota, el templo semicircular dedicado al dios Ehécatl-Quetzalcóatl, el Calmécac, uno de los edificios llamados Cuauhxicalco y el Templo del Sol, entre otros.
Este
amplio espacio,estaba separado del resto de la ciudad por una
gran plataforma con escalinatas hacia ambos lados y de él partían las tres
grandes calzadas que a su vez comunicaban la ciudad con la tierra firme: hacia
el sur la de Iztapalapa, hacia el poniente la de Tlacopan (Tacuba) y hacia el
norte la de Tepeyac. Los únicos que tenían acceso permanente al recinto sagrado
eran los sacerdotes, guerreros, gobernantes y estudiantes del Calmécac; la gente
común sólo tenía permitida la entrada durante la celebración de las fiestas
cívico-religiosas, convirtiendo al recinto en un verdadero centro de
convivencia masiva.
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